Se
pueden decir demasiadas cosas sobre un libro, más si de poesía se trata.
El
poeta es dueño de designar a su gusto, de dar a la imagen forma, aunque luego
se torne simplemente un cuidador de palabras como bien lo acentuó Atilio
Castelpoggi.
Para
tratar de comprender un poema no hay recetas, ni manuales, ni usos, ni
costumbres; nada de esto existe en poesía. Lo primero es reconocerse, no
entenderse, no se es poeta para entender o comprender, sería demasiado simple,
por eso para hablar de la poesía de Stella se debe sugerir esto. Ella no busca
entender en sus poemas, busca trasladar imágenes, sostenerlas a través de su
ritual, que sin dudas es la noche.
Esta
mujer está y no está en sus textos y eso es lo que hace que su libro se vuelva
por momentos profundamente reflexivo. Sí, dentro de lo cotidiano está lo
reflexivo, nadie puede negar lo reflexivo como arte, voces familiares, colores,
pero por sobre todo, vivencias que imperan en la voz de todo poeta. No se
escribe desde afuera aunque muchos lo intenten, dijo Roberto Juárroz: “La vida
tiene una música de fondo / Nadie sabe reconocer su origen, pero a veces nos
parece recordar su melodía… Aunque casi ni vivamos, la música de fondo de la
vida nos permite por lo menos escuchar el vivir.”
Y
muchas veces el poema es esa música de fondo, y el poeta sólo un extraño que
intenta apoderarse de la imagen por un instante y después, el vacío. Toda
poética es el vacío. Lejanía como espera: Palabra.
Lo
demás, sucesos que conmueven o no al lector, pero hay que reconocer que esa
palabra es un pequeño motor para encender el mundo y Stella lo enciende sin
saber cuál será su suerte al fin.
En su
poesía no hay una construcción por el mero hecho de construir, o decir por
decir o rellenar espacios con palabras, estamos ante una mujer que nos dice:
“Que con una noche basta para entrar al mundo” y ese sólo verso es sin dudas un
certero disparo a la memoria. Porque, ¿quién no ha pensado esto? ¿Quién no se
ha sentido exiliado en su propia noche?
En el
correr de las páginas vamos descubriendo que su poesía acaricia el aire como
surcos abiertos que son memoria de las semillas.
Ella
dice que: racimos de aire la separan de la tierra a la que llega en sueños y su
música remota es incertidumbre, existir es una lejana calesita a la cual le
llama vida y ese es el sentido del libro o de los libros ya que son tres libros
en uno o uno en tres, es indistinto.
Hay una
música en sus textos que por momentos e vuelve lejana, pero no es de fondo,
ella se desliza a través de un imaginario definido, es un silencio que
pronuncia un nombre y en ese silencio convive Stella “esa mujer que vive de
callar”, es sin dudas, la que sabe que no todo lo escrito debe ser compartido…
Por eso
para cerrar diría con sus palabras: “Ella suspira y el aire ya es encuentro en
la ventana”.