Eso me hizo volver a un texto que escribí hace tiempo. No recuerdo el año, fue en uno de los Foros del Libro en Resistencia, Chaco. Ahí tuve la suerte de conocerla en un taller, gracias a la generosa invitación de Francisco Tete Romero. No sólo eso, después hicimos un viaje con Diana a la Isla del Cerrito.
Este poema es la crónica de ese día. Hubo otros encuentros y aquí mismo, en Concordia, cuando la invitamos a la Feria del Libro.
Pero aquel paseo fue especial, una clase magistral de poesía, esos encuentros que inspiran y transforman. Lo comparto con gratitud. ¡Salud, Diana! Ojalá te llegue esta cartita.
(a Diana Bellessi)
murmura el mediodía de agosto
el sol cae a pique sobre nuestras cabezas
ramalazo de voces en el verde
su danza vibrante
tuyango pacaá caraú pitugüé
palabras que resuenan en el aire
por primera vez para nuestros oídos
zumba el día y cae a pique sobre la costa
desde el cerrito, desde las paredes encaladas
de la pequeña capilla que se sostiene
como una palabra sola sobre el blanco
y el silencio y nos libera
cae a pique cada palabra sobre las rocas de la orilla
palabras a pique al ras al ras del canto y del olvido
manduré armado y manduré
el agua y el pez
el río y el pez
armado en el agua armado en la red
Diana la cazadora sonríe
el pelo blanco se impone al polvo del camino
agrega espuma al agua marrón del río negro
el cielo celeste de los ojos se traga el paisaje
más que el humo que embucha y exhala
cazadoras las dos, libreta en mano
acaso un nuevo catálogo de indias
con “palabras cazadas al vuelo”
sí, así escribimos
en suspenso, levitando
de a ratos como pájaros
de a ratos como árboles que sacuden las raíces
mango y mamón timbó timbó
pata de buey lapachos en flor ¡alabado sea el color!
ambay ambay ambaú
¡de las congestiones, de la angustia y el dolor, sálvanos!
compañeras de ruta en la isla que no es isla
y se incrusta en la corriente del río
de la lengua donde bebimos
palabras que cantan solas
y sólo para nosotras
a la orilla del asombro
en el borde del temor
el aire se resume en la siesta
y concentra su piedad
en el centro de la isla
un leprosario que fue
y la soledad que queda
galerías y habitaciones
donde el cuerpo se recluía
donde el cuerpo que ahora pasa
se recluye mientras camina
el cuerpo que es palabra herida y recuerda
caminamos, sembramos
semillas de palabras
contemplamos, detenidas,
un patio pequeño cubierto por la enramada
una gallina y los pollitos en la heredad
abierta de la casa donde todo se pierde
salvo el rojo rabioso de las estrellas federales
insertadas en el alambrado como estampitas
Diana camina
entra en el cementerio de muros bajos
se inclina frente a las crucecitas con flores
y resucita ella misma
vuelve del polvo
con esos nombres que se fueron
con esos huesitos que quedan
vuelve del polvo
y mira lejos, adelante, el camino
el silencio nos envuelve
volvemos
las palabras van cayendo en un lecho oscuro
cargadas volvemos
como hormiguitas
traemos hileras de nombres
y las cosas van quedando atrás
despojadas de su casa
en el corazón de la isla
habrá que buscarles abrigo
en algún poema.
S.M.P. Del libro “Spirituals”, Ediciones Del Dock, 2015